Respuesta: Porque las inversiones extranjeras del año 2008, y consecuentemente las inversiones antecesoras que son totalmente inconvenientes, han convertido la economía en una burbuja entrópica en la que los índices muestran un número que a pesar de 'crecer', oculta la cara de la inflación y la tasa casi impeturbable de desempleo.
Un artículo del columnista y economista Eduardo Sarmiento lo ha presentado el 27 de diciembre de 2008, de la siguiente manera:
El desempeño en 2008, considerado como atípico por muchos, es el resultado de un proceso que nunca entendieron sus gestores. La economía que avanzaba a tasas de 8%, se precipitó en recesión sin que lo advirtiera el Gobierno e hiciera algo para evitarlo.
Hace tres años señalé que el modelo no era más que una burbuja en que la entrada de inversión extranjera ocasionaba revaluación, elevaba los precios de la bolsa y la vivienda y desbordaba el crédito. Advertí que se trataba del clásico crecimiento con revaluación que no genera empleo ni es sostenible, como lo han venido confirmando los hechos.
Desde un principio se observó que, no obstante las elevadas tasas de crecimiento del PIB, el empleo crecía por debajo de la población y el desempleo no variaba significativamente. En junio notifiqué que el alza de la tasa de interés del Banco de la República había reventado la burbuja.
A la destrucción del sector externo ocasionada por la revaluación, se le adicionó la caída de las cotizaciones de la bolsa y la construcción y la contracción del crédito.
Sobre estas bases anticipé al principio del año que la tasa de crecimiento se desplomaría en el 2008 y se situaría en 3%. El vaticinio está sobre la mesa. En el primer trimestre el producto creció 4,5%, en el segundo 3,7% y en el tercero 3,1% Por lo demás, la información parcial de los indicadores corrientes y de otros adelantados (como consumo de energía eléctrica y pedidos) muestran que en el cuarto trimestre la tendencia entró en barrena y el crecimiento será inferior a 2%, lo que resulta en un promedio cercano a la predicción.
El deterioro de la economía se da a todos los niveles. La producción industrial, el indicador más confiable y más relacionado con todas las actividades, se encuentra en estado de postración. La producción bajó 4% en el tercer trimestre, descenderá mucho más en el cuarto, y la mayoría de los subsectores registran índices negativos.
Algo similar se observa en la construcción de vivienda y en el comercio, y en un menor grado en los servicios, a tiempo que la agricultura se mantiene en el letargo de los últimos 20 años.
El epicentro de la debacle es el sector externo. La revaluación resquebrajó las exportaciones y la producción nacional de materia primas. Las ventas externas de productos no tradicionales en septiembre descendieron 5% en valor y 20% en toneladas. Si a esto se agrega la caída de los precios de las materias primas en los mercados internacionales y la contracción de las exportaciones a Estados Unidos y Venezuela ocasionadas por la crisis mundial, no es difícil imaginar que el déficit en cuenta corriente llegará a 4,5 % del PIB.
La síntesis en términos de los tres componentes de la demanda agregada clarifica la perspectiva inmediata. El consumo, por el lado que se mida, está postrado, la inversión dejó de crecer y las exportaciones bajan más de seis puntos con respecto a las importaciones. Basta sumar y restar para confirmar que la economía tiende a un crecimiento inferior al aumento de la población.
Las repercusiones sociales se iniciaron por la vía de la ocupación. Las cifras más recientes señalan que después de cinco años de crecimiento superior a 5%, el empleo avanza por debajo de la población. Esto, en conjunto con el alza de los precios de los alimentos y la caída de la participación de los ingresos laborales en el ingreso nacional, revirtió la tendencia declinante de la pobreza. Al parecer, la economía regresó al sendero del aumento de la desocupación, elevación de la pobreza, y empeoramiento de la distribución del ingreso.
Está bien que el Gobierno no entendiera las causas del mal comportamiento de la economía. Lo inexplicable es que no reaccionaran al desplome de los indicadores y replicaran algunos de los desaciertos del colapso de 1999.
El Gobierno ha quedado sin teoría y carece del pragmatismo para enfrentar la recesión que ya se inició y tiene todos los visos de agravarse. No será fácil enfrentar la encrucijada nacional e internacional sin un cambio de mentalidad de los funcionarios y los círculos influyentes. Lo más urgente es abandonar el banco central autónomo de un solo instrumento y un solo objetivo y sustituirlo por una gran organización macroeconómica que opere sobre varios objetivos para alcanzar diversas metas, y en las circunstancias actuales le conceda prioridad a la producción y el empleo. Al mismo tiempo, se debe reconocer que el crecimiento no viene de afuera sino hay que construirlo internamente con el motor de la industrialización apoyado en el aprendizaje en el oficio, la inversión en los sectores clave y la armonización del mercado interno y externo.
