lunes, 16 de noviembre de 2009

de la noche a la mañana...

Hay siempre un pasado obscuro que me persigue. Lo que puedo ver de él es muy borroso, es algo que no hago claro pero, en el vacío tan inmenso que rodea mi secuencia de recuerdos, empieza a parecerme que siempre lo supe, siempre he reconocido lo que me atormenta, y siempre me escondo.
La incertidumbre, la ínfima incertidumbre de saber quién es él, de saber cómo pensaría de mí, de saber lo que me hubiera dicho al verme, en mi plenitud, con mi cara llena de misterios, esa maldita incertidumbre me pone impulsiva, porque hasta con mi dolor y mi ira quisiera romper las barreras del tiempo, solucionar aquello que ni con la más alta inteligencia podría solucionar, quisiera ser Dios y verle la cara claramente, desnudar su rostro bizarro que se me presentaba deformándose en la niebla densa de mis recuerdos.
Apenas y veo sus ojos, luego paso a su dorso, luego sus manos... nada es continuo en mi recuerdo, ni siquiera su voz, sólo escucho algunas frases, sólo algunas y a veces, me parece, no significan absolutamente nada. ¿Cómo decir que tengo algo importante de él? ¿Cómo reclamar algo que nunca me ha dado? ¿Cómo su ausencia me hace pensar tanto, me hace desear hablarle y sobre todo, oírle? ... nunca lo conocí lo suficiente como para lamentar su ausencia tanto como otras personas si tienen el derecho, pues lo han conocido mucho más. Pero siento que lo comprendo, y que cada minuto que pasa en mi vida, lo comprendo más y más, y me duele no poder decírselo, decirle que siento lo mismo, que me de un poco de su aliento, pues no hay otro en el mundo que pueda dármelo así, como él, como si él fuera yo misma, como si me comprendiese desde el nacimiento.
Cuando pequeña crecía sin saber qué guardar, como si supiera que mi niñez iba a ser una sola, pero no pudiendo guardar nada. Nada. Sólo recuerdos confusos, sin sentido, todos llenos de repentina alegría y repentina tristeza. Sin embargo, hay unos que me intrigan, y no me intrigan normalmente, sino demasiado, me duele la intriga, siento como mi cuerpo se consume en ardor mientras es poseído por el deseo ferviente de saber qué hay ahí, en el recuerdo que tengo de él. Pero no doy con él, se me derrama entre las manos, no es algo con lo que yo pueda decir tengo algo especial de una persona especial ... por el contrario, no tengo nada, no tengo a nadie, ni siquiera sé si hubo alguna verdadera relación entre los dos, si hubo afecto. ¿Quién podría decir que se siente tan compenetrado con un recuerdo tan volátil y confuso?
Me he llenado de lo que él solía leer, de la música que lo elevaba a la penumbra del arte, de sus pinturas tan sobrias e insípidas, de su ideología tan dura consigo misma y tan osada, pues muchos la condenan por su radical doctrina, de su gran conocimiento de la historia - geografía, filosofía, física y música - de su perfeccionismo, de sus amores jamás correspondidos y de los que él nunca correspondió, de sus mil y un deseos de suicidio... Me he intentado meter en su cabeza, a la fuerza, sin compasión alguna. Y a pesar de que ahora le comprendo más que nadie, más que a nadie, el karma de la incertidumbre golpeó mi puerta y no se quiere ir. No sé por qué sé tanto de él si nunca le podré decir lo que sé, si nadie entiende lo que sé - porque nadie lo entiende a él -, no sé por qué tantos vanos deseos de tenerle cerca, junto a mí, así no me mire, ni me toque... pero hablándome y escuchando todo lo que entiendo, la persona tan extraña que soy, la mujer en la que esa niña tan predecible se ha convertido.
Ahora sé que no saldrá de mi mente, que su habitación vacía me susurrará las mismas palabras. Será un fantasma que recorrerá mi pasado obscuro. Obscuro no por ser triste, ni malvado, ni lleno de tragedias, sino por ser tan invisible, imposible de iluminar... obscuro porque simplemente no se ve nada.

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