domingo, 24 de mayo de 2009

Megalómanos blancos y algunos puntitos



Pum Pum


"¡Abre la puerta ahora mismo! Te gustaría mucho que explotara mi pobre vejiga, ¿no? ¡Ábrela por las babas del perro!"


Señora Lustafán se duchaba. Pobre hombre,
Señor Lustafán, aguantando la presión hidráulica más incómoda que su pradera baja pudiese tener. Y lo peor es que no le oía, pues la doña acostumbraba retumbar las paredes del baño con escabrosas ondas electromagnéticas, las cuales guardaban el mismo ritmo que la abuela Polocia le había inculcado alguna vez.

"Lucía, por el éxtasis de las olas al chocar con la ribera... ¡Abre la mal nacida puerta!" gritó don Lustafán escupiendo sobre la puerta blanca del baño.
"Ah ah aaahhh!" escuchó en las entrañas lapidadas
de la regadera.
"aaahhh uuuhhh" gritaban los fantasmas que
trataban de callarse cerca de alguna pared. Al escuchar tal sonido y antes de pronunciar palabra, Sr Lustafán se apretó con todas sus fuerzas la vejiga y con un color escarlata en sus mejillas, volvió a escupir la puerta, pero ahora con más fuerza: "No te voy a perdonar ésta, ¡granuja de lata!"
"¿Pero qué tanto refunfuñas Roberto? ¿bebiste otra vez?" Contestó Sra Lustafán con la voz muda y perdida por las paredes circundantes del vapor de agua y la música.


Él se sentó y decidió doblegarse ante la fue
rza de sus entrañas para trucar la necesidad de la orina. Sentado y apretando, siquiera podía moverse, empezó a hablar entre jadeos:
"... Cuando mi jefe me echó a la basura, siempre estuviste ahí. Pero pensé que tal apoyo era más de lo que esperaba. Tú, Lucía, que te encojes cuando la desgracia nos aborda junto con sus interminables batallones de mala suerte. Tú, Lucía, me has anclado en una sopa llena de sabores que no sé reconocer".
Un silencio lo cayó. Inhaló y exhaló profundo p
ara acomodar su cuerpo al discurso. A Sr Lustafán lo querían por bonachón, pero lo odiaban por su autoflagelación. Al Sr Lustafán lo consideraban un gran poeta, pero un falso amante. Al Sr Lustafán le gustaba más el vino de Bordeaux que un whiskey seco del rojo.

"¿Sabes qué me dijo Gabriela?, me dijo que me había esperado toda la noche para divagar por las cabinas del restaurante
viejo. No sé si me oyó, pero al querer explicarle me dio una cachetada de esas que se les pega a las nalgas de los recién nacidos. Fue un encuentro escabroso. Sentí que me congelaba de miedo. Pero ¿cómo explicarle que esa noche prefería quemarme con el fuego de tu cuerpo?..."
Sonó el teléfono, nadie contestó. Si había algún movimiento de parte de Sr Lustafán, su cuerpo se declinaría ante las mieles del desagüe. Aún caía el agua fuertemente contra el suelo del baño, como choque del las gotas incesantes de Octubre. La cama destendida en la que estaba sentado, guardaba en sus telas el tenue olor a sudor prolífero de feromonas incontrolables, y entre tantos espejos del costado, se reflejaban de las sábanas el cegador color blancuzco que contrastaba las paredes verdes irritantes.

"!Mierda! ya me acordé. Ya sé por qué me cacheteó." Entre alientos y risas, volvió a gritar el señor.
"¿Por qué seré tan poco sutil?, le conté cada detalle como si fuese un robot programado. Ni siquiera vacilé entre las palabras. Le conté lo de tu pequeño lunar en el vientre, lo de mis manos cruzando el bordeado de tus s
enos, lo de tus mejillas levantadas al besarte en tus abismos bajos, lo de la arruga zigzagueante de la tela testigo, lo del chasquido de dedos al morderte tus sueños, lo de la sombra bicorporal que se fraccionaba en los espejos tercos, lo de mi llanto espúmeo al contener mi bramido alto, y lo del rasguño bárbaro que tus uñas trazaban en mi espalda, al encontrarse con la muerte súbita de tus corpúsculos messnerianos, Lucía, en lo cálido de tu sexo..."
Se levantó suave, tratando de evitar que cualquier gota de a
moniaco escapase de su cárcel.

"Ah ah aaahhh!" volvió a oír por donde la imaginación le cruza. Alcanzó, con la tensión póstuma de sus gruesos brazos, la ración de escoba que le sirvió de lazo. Dejó que el fluido de sudor mudara hacia el pañuelo que el palo le había pasado. Se recostaba laxo por la orilla del armario y tiró con torpeza la matera de barro dibujada por su mano.

"Como te fijas ahora, Lucía, cualquier desventaja que tenga es buena. Supongo que de hallar otra vida habría clamado por buscar a alguien tan súbita y tan plena. Pero no. Te tengo. La tengo. Me tengo. No se
me ha perdido la cordura aún cuando me lo han pronosticado. Llevo mucho tiempo aquí Lucía, pero hasta ahora me han dolido dos cosas al tiempo... el alma y la vejiga. Lucía, dime... ¿Sólo han sido dos veces?". Quitó su mano de la salida utópica de su orina, cogió el portón camuflado de la puerta y cerró el puño hasta sentir el poder de sus uñas... Se dispuso a gritar: "¡He preguntado que si solo han sido dos!"

La puerta se abrió dejando escapar el vapor que conformaba la nube de exceso. Sale la gladiadora de las tormentas de limpieza; campante y elegante, presuntuosa y vistosa. Se condensa el ambiente
. El color se esfuma. Sr Lustafán la vio fuera, la miró a los ojos y le sonrió.
"Buenas noches Roberto. Discúlpenos la demora." ...
Sr Lustafán, ya sentado y habiéndole esquivado
mientras también salía del baño, contesta:
"No importa. Ya se me salió el alma en la boca insulsa del inodoro. ¿Sólo dos veces, Fernando?"
"Sí, el agua se interpuso. Era un doble disparo." Respondió el empapado amigo. "No se preocupe, igual estaba dispuesto a perfeccionar sus culminaciones cuando saliésemos del baño. Lucía está de acuerdo y aún tiene energía pero esta vez sólo para mí. Entonces le toca ver la tele y en la alcoba de huéspedes dejé unos cigarros." concluyó el mojado amigo, el amigo entrenado, el consuelo de amigo y el amigo cansado.
"Vete tranquilo Roberto. Seguro que esta noche conseguiré estremecerme más de dos veces. Y por favor dile a mi herma
na que no se moleste contigo. Esa noche cumpliste en penumbras de caricias frívolas, y en el don de las ramificaciones nerviosas, con la pintura cálida de cada noche envuelta por sábanas fibrosas"
concluyó la mojada amiga, la amiga entrenada, el consuelo de amiga, la amiga cansada.

y Pum Pum, cerrándose así, la puerta del baño


.


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